Hace muchos años,
mi abuelo compró parte de la fábrica trenzadora de cáñamo de
Tobarra. De pequeños nos íbamos toda la familia los sábados y los
domingos a comer a la casa que en su época debía haber sido de los
guardianes o jefes de la fábrica y para entretenernos jugábamos
entre sus ruinas y sus naves abandonadas, inventábamos historias de
misterio pasando de habitación en habitación, de nave en nave
imaginando el trasiego de trabajadores y sus vidas que impregnaban
las paredes de uno de los lugares que más riqueza dio a Tobarra.
La Trenzadora fue el
principio de una especial atracción por los sitios abandonados, no
solo por la belleza ruinosa y tétrica que los envuelve sino más
bien por las historias que encierran y por las vidas que pasaron por
ellos, me resultan irresistibles.
Hace un tiempo veía
unas fotos del estado de abonado del Hospital Puerta de Hierro de Madrid y me moría de ganas de poder entrar en él, de pasear por las
habitaciones, de ver los aparatos ,la dejadez , yo misma escribí un
post sobre La Estación de Trenes de Tobarra , sobre su estado de
abandono desde hace lustros y sobre las historias que pasaron por
ella, mientras la fotografiaba y estaba en el andén por mi cabeza
pasaban los trenes de vapor, los trasiegos de maletas, las tristes
despedidas y los reencuentros eufóricos.
Hace unos días un
amigo me ensañaba su preciosa ciudad y en uno de los paseos llegamos
a un hotel en ruinas y abandonado, me explicaba que en su época
había sido el mejor de aquella zona, que había pasado gente
importante, que había sido lugar de grandes fiestas donde al
artisteo y la Jetset habían disfrutado de noches interminables. Una
abertura en la valla que lo rodea hizo que ni nos acordáramos del
allanamiento de morada y una vez dentro, y como una niña ilusionada
con la mañana de Reyes hacia un repaso a las estancias como en la
película Titanic, cambiando los espejos y ventanas rotas, el suelo
de mármol ajado y la piscina resquebrajada por grandes días de vino
y rosas , por noches de baile con hombres de traje y
pajarita y mujeres de vestidos estampados, por teléfonos que no
paran de sonar en recepción, por camareros con bandejas cargadas de
champán y de Martinis y las habitaciones maltrechas por grandes
historias de amor y desamor con noches interminables de sexo.
El hotel en cuestión
era El Caballo Blanco del Puerto de Santa María. Inaugurado en 1962
tuvo varias décadas de esplendor hasta que en 2007 cerró
“temporalmente” en espera de una remodelación y ampliación que
nunca llegó, la crisis y seguro que una inversión desafortunada
dejaron en la calle a 23 trabajadores y al hotel convertido en un
fantasma a mercé de los vándalos.
La piscina en la actualidad |
La piscina cuando estaba en activo |
El pasillo de las habitaciones |
Las casillas de las llaves
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Con permiso de Billy Wilder en esta foto me siento como Norma Desmond en su mansión decrépita de Sunset Boulevard esperando el mejor plano de su vida.
Y por supuesto la canción tenía que ser esta, la tengo en la cabeza desde que entré a ese salón.
Mi tío trabajó en ese hotel!!! Dice que hasta el Rey se alojó en él. Paso muchas veces por ahí y no sabía que se podía entrar.
ResponderEliminarEspero que te gustará el Puerto y que vuelvas pronto.
Amelia
Hola Amelia, claro que me gustó El Puerto y no descarto volver en un tiempo.
EliminarAl lugar no se puede ,o mejor dicho, debe entrar, pero a mi amigo y a mi nos resultó irresistible.
Gracias por comentar
Madre mía qué foto la tuya!!! Parece para una revista.
ResponderEliminarEl lugar tuvo que ser impresionante.
Saludos
Una superfoto!!!! Es de las que más me gustan mías en años.
EliminarUn beso Eduardo
Viví en El Puerto de Santa María muchos años y este sitio era lo mejor, ese sí era un turismo de calidad no los ingleses borrachos de ahora.
ResponderEliminarGracias por poner esas fotos
Un saludo
Alberto
Hola Alberto, llevas razón en lo del turismo. Hace 30 años a España venían los turistas a disfrutar y a dejar mucho dinero, ahora parece que el turismo que viene da más dolores de cabeza que otra cosa.
EliminarGracias por comentar