Hace veintitantos años ver asiáticos por Albacete no era muy corriente. A los primeros que conocí , por decir algo , era a los propietarios del primer restaurante chino que visité. Una vez al mes ahorrábamos quinientas pesetas y nos dábamos un festín a base de rollitos de primavera pollo con almendras, plátanos fritos con miel y té de jazmín, festín que todavía hoy me doy de vez en cuando por que me encanta la comida china. Nos llamaban la atención sus reverencias, saludos, esmero en preparar la mesa, la toalla caliente para limpiar las manos, el obsequio al finalizar la comida, todo ello adornado con una sonrisa, como si enseñar los dientes formara parte del menú. Lo único que nos molestaba de tanta atención era que mientras comíamos también estaban a nuestro lado con la sonrisa como esperando a ver si faltaba algo y eso era un poco agobiante . Me parecían raros, tanta atención, tanta calma, tanto esmero, tan trabajadores....
Esta semana me he quedado horrorizada, como todo el mundo, …