
Esta semana me he quedado horrorizada, como todo el mundo, con el terremoto en Japón. Las desgracias no se pueden controlar, las desgracias duelen y en este caso el dolor viene por tantos sitios que no comprendo como pueden aguantarlo. No sólo ha temblado la tierra bajo sus pies, también el mar se ha comido a miles de personas ,casas, trabajos, a miles de vidas, y para rematar una nuclear va a estallar...Sigo pensando que los asiáticos son raros, entre tanta desolación , entre tanta ciudad abandonada, no hay noticias de saqueos, no está el ejército en el calle patrullando, la gente se resigna a marchar, los que quedan se refugian, llenan pabellones y hospitales....y todo ordenadamente. Ya nunca podré olvidar ese imagen de una ordenada fila de japoneses esperando para hablar por teléfono y saber si están vivos sus seres queridos ( ¿como se puede mantener la calma y la fila en esa situación?) y lo más curioso era que esperaban para hablar en teléfonos de rueda...curioso,sobre todo por que es el país que más tecnología digital fabrica en el mundo, pero a la hora de la verdad ¿de qué les ha servido?.
Los japoneses nos están dando una lección, pero dudo que este mundo tan desastroso se dé cuenta, yo, por mi parte me quedo con su tranquilidad y con la esperanza que que vuelvan a recuperar sus sonrisas, por muy pesadas que a veces resulten.
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