martes, 7 de abril de 2009

MARTES SANTO

No estaba seguro de que este año quisiera ir. No tenía ganas de encontrarse a la misma gente de siempre, no tenía ganas de dar explicaciones y sobre todo no tenía ganas de que lo vieran, las últimas semanas habían sido un vaivén emocional, el ERE temporal convertido en vacaciones sin posibilidad de regreso, la muerte de su perro Luky, la enésima pelea con Gloria...no tenía ganas de que en los días que iba a estar en el pueblo lo acribillaran con las preguntas estándar, para las cuales este año no tenía respuesta....bueno, no le gustaban las respuestas.
Encima de la cama donde había dormido desde que recordaba, estaban perfectamente planchados y limpios todos los accesorios que completaban el ritual que no le apetecía comenzar.
Durante años su madre había sacado el Lunes Santo la bolsa del armario, le había quitado las bolas de papel de periódico fofas por que el antipolillas ya se había evaporado, y había colocado ordenadamente sobre la cama, su cama, el capuz, los manguitos, la túnica, y encima de la silla de al lado los guantes blancos y el cordón...le encantaba el olor a naftalina...
No hubo consulta, ni llamada, se daba por hecho que el Martes Santo iba a ser como cualquier otro Martes Santo.
Llevaba semanas sin ganas de comer, sin ganas de hablar, sin ganas de ganas. Los trankimacines habían pasado a formar parte otra vez de su "alimentación" diaria...pero seguía sin ganas...casi sin ganas, por que en realidad solo tenía ganas de una cosa, de que nadie lo viera hoy.
Sentado en la cama se habían hecho las ocho de la tarde, sus pensamientos, a veces agónicos, otras veces fantásticos, lo habían mantenido absorto durante más de una hora, ni se había dado cuenta que aún llevaba en la mano el teléfono móvil...ni recordaba para qué lo había cogido.
La casa estaba tranquila, las misas, las procesiones y las visitas mantenían a todos ocupados en una vida social que él detestaba, que hoy detestaba.
Se vistió de negro, con los zapatos que había utilizado tanto tiempo para ir al trabajo y que le hacían sentirse cómodo en medio de su incómoda semana. Se puso la túnica,los manguitos, los guantes,el cordón atado bien fuerte...y el capuz...ni lo había pensado, sólo había prestado atención a sus pocas ganas y no se había dado cuenta que entre aquella vestimenta, que este año se resistía a ponerse, estaba la solución a uno de sus problemas. En una circular enviada un mes antes , la Hermandad había decidido que para dar más solemnidad a la procesión de Martes Santo, todos los hermanos llevarían el capuz bajado, sin dejar ver sus caras...bajó el capuz y se lo colocó para poder ver bien a través de los cortes que quedaban a la altura de los ojos....ahora,por fin, nadie lo veía.
Cerró la puerta y bajó las escaleras ,con la túnica remangada para no pisarla, hasta el portal. Antes de salir a la calle miró a un lado y a otro como si fuera un ladrón que quería pasar desapercibido tras el robo en un piso.
En la calle la gente iba y venia, las túnicas se mezclaban con los trajes de chaqueta y el olor a laca de las mujeres que salían de la peluquería de "La Encarni".
Bajando por El Paseo se cruzó con Miguel y Alejandro...¡funciona!, no me han reconocido . La Calle Mayor parecía una pista de atletismo, los nazarenos corrían para llegar a tiempo a la salida de su imagen en la procesión, sorteando a los paseantes y a las bandas de cornetas y tambores...Todo el día había estado pensando como librarse de estar allí en ese momento, y ahora que ya estaba metido hasta el gorro no quería salir por nada del mundo. La misma sensación de felicidad de todos los años, ¡¿felicidad?!, las ganas por hacer lo que desde pequeño venía haciendo todos los Martes Santos, las ganas por ver la Plaza llena de gente, de morado, de verde, de rojo, de granate, de azul, de flores, de tambores y de tronos...la tranquilidad que le daba el capuz bajo hizo que disfrutara de lo que siempre había disfrutado, y de lo que este año él se había negado a disfrutar.
Su hermandad salió a su hora, al ritmo de la Saeta...Amarguras..Nuestro Padre Jesús...Jesús Cautivo.....la banda sonora de la noche hizo que se relajara y empezara a no pensar y a ver sólo lo que le dejaba ver el pequeño espacio cortado en la tela que le tapaba la cara.Empezó su recorrido procesional, marcando el paso a ritmo de la banda, y a mitad de la Calle Mayor se cruzó con sus padres, sentados en la puerta de su tío Jesús, su madre le hizo un guiño...ni con capuz bajo podía pasarle desapercibido.
Vio a los amigos que no les gustaba salir en la procesión, sentados dentro del bar de Miguel tomando unas cañas y mirando por los grandes ventanales , por un segundo pensó en salir de la fila y decirles que había llegado...pero no tenía ganas, hoy no tenía ganas...o eso creía...
Al principio de la calle San Roque hubo un parón de veinte minutos, todos los años lo mismo, era el punto donde se tenían que reorganizar las Hermandades para que pudieran caber todos los Hermanos en el recorrido. Aprovechó para mirar a los de su alrededor...seguro que más de uno y de dos estaban hoy tan contentos como él de que nadie los reconociera, se habían encontrado con unas horas de anonimato y relax que ni los mejores Spa del mundo podían ofrecer. Ni su compañero/a de delante ni su compañero/a de detrás le dijeron nada..a lo mejor tampoco tenían ganas ....
En la Calle Colón una Saetera hizo que se pararan de nuevo, su voz chillona y desafinada provocó que se le escapara la risa...¡si llevo la cara tapada!...que se le escapara una gran risa, e imaginase a todos los de su fila con las sonrisas amplias y las bocas con los dientes al descubierto debajo de los capuces...sin duda aquel estaba siendo uno de los mejores momento de las últimas semanas, ¡pobre saetera!, ella con tanto sentimiento y bajo la fachada de solemnidad de sus túnicas decenas de risas maliciosas...
Llegando al final del recorrido, parecía que sus pies estaban siendo rosigados por miles de hormigas. La imagen volvió a su casa al ritmo esta vez de himno de España ( hay cosas que no cambian).
Las cuatro horas de ser anónimo, de poder ver sin que te vean, de concierto de música y ruido de horquillas, de saetas mal cantadas y de rezos velados, hicieron que su miedo quedara aparcado... hasta el Lunes de Mona.
Al pasar por el bar de Miguel la cuadrilla había crecido, empezaban a sumarse los que habían salido en la procesión. Conforme llegaban dejaban sus capuces y su anonimato en una silla y se subían las túnicas de terciopelo para que no se marcaran al sentarse en las sillas. Se acercó a la barra, dió un abrazo a Miguel y pidió una ronda de quintos y un manojo de habas...se estuvieron riendo hasta las tantas...y su conversaciones estándares hicieron que esta Semana Santa fuera otra Semana Santa... y que su vida volviera a mezclarse con la de sus amigos, sus padres, sus hermanos, sus vecinos...sin que fuera el drama que, sólo él, se había montado.

5 comentarios:

  1. Fantástico.Me ha gustado muchísimo.Mil gracias por este soplo de aire
    besos
    if

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  2. Suscribo lo dicho por Eva. Ya te lo dije anoche.
    Miles de besos.

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  3. Me alegro que os haya gustado, es algo que surgió en la siesta de Martes Santo y que para mi especial por algunas cosas.

    Gracias por leerme.

    Besos

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  4. El cuento lo acabo de leer. Me gusta mucho. Me imagino Jueves Santo bajando por la calle Mayor sin coches cruzandome con tambores, rayos de sol que quedan, emoción y nerviosismo por si llego tarde. Antes con el abuelo, el tío, los primos. Ahora con mis sobrinos...

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  5. Cambian los que tenemos alrededor, pero la verdad es que todos los años es lo mismo, y aunque sea siempre igual yo no lo cambio por nada.

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DIEZ AÑOS DE HISTORIA, DIEZ AÑOS DE HISTORIAS

Pues sí, el blog cumple hoy 10 años, una década que según como la mire me parece una eternidad o muy corta. 739 artículos, 1010 comentarios...