martes, 15 de diciembre de 2009
CON LAS SAYOTAS HASTA LA BARBILLA
Ayer era difícil acostumbrarse a la temperatura que hacía en Castellón, el cambio era tan brusco que el cuerpo y la cabeza, al menos los mios, parecían estar en sitio equivocado.
Una amiga me envió fotos de Tobarra nevada, como si fuera Finlandia y Papa Noel estuviera empaquetando regalos en una nave industrial...y me acordé de mi última nevada como Dios manda en el pueblo, hace bastantes años. No es que me guste el frío ni la nieve, que más bien poco, pero hay cosas que acompañan a esta estación, bueno más bien al final del otoño y al invierno, que son imprescindibles en mis recuerdos.
Los inviernos, los frios, no son lo mismo sin una mesa camilla y unas buenas y gruesas sayotas...y eso es lo que yo echaba de menos ayer. Los pisos con calefacción son cómodos, pero el rincón, con la mesa camilla es lo más acogedor que puede haber en una casa en invierno.
Casa de mi abuela Encarnación el estar sentados en la mesa camilla era sinónimo de cinquillo, eso mientras ella estuvo medio bien...,o de verla hacer ganchillo mirando de reojo la televisión, y sobre todo de esparcir las fotos antiguas por ella y recordar cada imagen de vida.
En la casa de mi abuela Bienvenida la mesa era el sitio en el que las historias sobre los jornaleros, los arrieros y los señoritos daban paso a las de las cuentas de la caja de la discoteca, al calor de un brasero de ascuas de la lumbre de la cocinilla.
En mi casa la mesa camilla era la más fashion..., sigue siendo la más fashion, por que su estructura es de metal y se puede permitir el lujo de en verano quedarse desnuda, sin necesidad de sayotas. En la mesa camilla de mi casa mi hermana y yo nos hemos pasado infinidad de ratos siendo bingueras, haciendo punto de cruz, estudiando el examen del día después...y viendo la tele, por que no hay mejor sitio para ver la tele que al abrigo de las faldas de la mesa camilla...y por supuesto echar una cabezadica. Ahora la mesa camilla se ha quedado pequeña y hacemos turnos para comer, primero los chiquillos y luego los mayores.
En el piso de Albacete también tuvimos nuestra mesa camilla, en la que hemos compartido muchas historias, llantos, risas, horas y horas de cafés y tele (estudiar lo justo)..y sobre todo cuervas.
En Castellón no tengo mesa camilla, el clima de aquí, salvo contadas excepciones, no deja que nos abriguemos mucho, por más que se empeñen que el frío húmedo es muy frío...( que se vayan pa Albacete pa ver lo que es el frío seco....), por eso ayer, y hoy, echo de menos ese mueble tan clásico y tan cercano y tan ¿¿¿español???...que ha calentado tantos ratos buenos en mi vida pasados y no tan pasados...y como a falta de pan buenas son tortas, pues me voy a acostarme , por que no hay nada mejor que el micromundo que creo debajo de mi edredón, tan calentico... donde soy la mujer más feliz que pisa la tierra, o eso me imagino....
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Amo las mesas camillas. Las amo.
ResponderEliminarYo crecí tapada con las faldas de una de ellas, con los pies dentro de unas zapatillas de cuadros y medio quemados. No recuerdo tardes mejores.
Hay q hacerse con una Al, es mobiliario imprescindible para la felicidad futura!!!
Besos,
eva
Yo ya le tengo dicho a mi madre, que la de mi casa, su casa, la del esqueleto de metal setentera, tiene que ser para mi...( esta noche es de mesa camilla, de dejar el frio fuera), y por supuesto cuando consiga tener mi casa propia en Tobarra, será de salita con mesa camilla y sayotas...no hay nada mejor para el frío y para echar un ratico hablando, sin prisas.
ResponderEliminarUn beso